Hijo de la mar, Enrique García-Máiquez

Cfr. GARCIA-MAIQUEZ, E., Mal que bien, p. 50

HIJO DE LA MAR

Qué poco te impresionan mis artículos
ni las reseñas ni las entrevistas
ni las invitaciones a lecturas.
Los niños me celebran todo más,
mi padre, por supuesto, y hasta tu madre, incluso.
A ti no se te quita esa mirada irónica
ni esa sonrisa etrusca, leonardesca,
a lo Sara de Ur.

No lo digo quejándome: me alegro
porque el estrépito de mis fracasos
no parece afectarte tampoco lo más mínimo.
Diría que los das por descontados.

Tú me quieres por dentro,
como a los hijos de la mar, desnudo.

(Jamás imaginé
que aquello de la desnudez matrimonial
fuese esta cosa tan literalmente metafórica.)

Dicen los moralistas que a la tumba
no nos llevamos nada.

(p. 51)
Cuando muera, recibirá la tumba
todo aquello que amaste

y, en sus brazos abiertos, yo, monógamo
más allá de la muerte, atisbaré
un gesto acogedoramente tuyo.

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